La compasión es una emoción muy importante. En latín, “com” significa “con” y “pati” significa “sufrir”. Se produce cuando las emociones nos llevan a sufrir con los demás, cuando vemos que alguien está sufriendo y sentimos que tenemos que ayudarlo. El término tibetano que lo define es “nying je” que, como explica el Dalai Lama, “indica amor, afecto, bondad, gentileza, generosidad de espíritu y afecto”.
La compasión es una emoción que ha sido fundamental para la supervivencia del ser humano. Somos criaturas sociales, y ayudar a los que lo necesitan ayuda al grupo en su totalidad, fomentando la cohesión social. Los actos de compasión también reducen el estrés y fomentan la sensación de bienestar en los que practican la compasión. Es decir, tiene beneficios para el que ayuda, no solo para la persona que necesita ayuda. De hecho, un estudio ha demostrado que, cuando hacemos una donación a una obra benéfica, se activa la zona del cerebro que nos hace sentir bien, exactamente igual que cuando recibimos un beneficio económico.
Sin embargo, los humanos podemos sufrir algo conocido como fatiga de la compasión. La clave para mantener fuerte el músculo compasivo es no juzgar y ayudar a las personas desde la bondad y no desde un punto de vista moral. Y no solo es importante la compasión hacia los demás, también debemos ser compasivos con nosotros mismos. Cuando las cosas salen mal, en vez de pensar de manera negativa o castigarnos, debemos tratarnos con bondad. Claro que, según tu estado de ánimo, esto puede resultar más fácil de decir que de hacer. Dos profesores, Kristin Neff y Christopher Gerner, también han identificado tres cosas que pueden afectar a la compasión hacia nosotros mismos: la autocrítica, el autoaislamiento y el egocentrismo.
A continuación, te mostramos cómo ser más compasivo hacia los demás y hacia ti mismo. Además, te enseñamos cómo Rituals fomenta la compasión en el mundo.
CÓMO SER MÁS COMPASIVO
Ponte en su lugar
¿Conoces a alguien que esté pasando por una mala racha? Dedica unos instantes a imaginar cómo te sentirías si estuvieras en su lugar. Pregúntate qué querrías que hicieran otros por ti en esa misma situación. Conviértete en la persona que se acerca y marca la diferencia, con una llamada de teléfono para decirle que te importa y que tienes tiempo para escucharlo, o quizá echándole una mano con determinadas tareas. Sea lo que sea, con gestos grandes o pequeños, asegúrate de estar ahí cuando ese alguien te necesita.
Cuestiona tus reacciones automáticas
Todos nos hemos encontrado alguna vez con un extraño que se ha comportado de manera grosera con nosotros. En lugar de reaccionar impulsivamente, ya sea interna o externamente, piensa un momento en la situación. ¿Su reacción estuvo fuera de lugar? ¿Resultó exagerada? Puede que tengan un mal día, pero no dejes que su estado de ánimo influya sobre el tuyo. Y recuerda que todos somos más parecidos de lo que creemos. La próxima vez que tengas delante a un cliente difícil o un familiar que te agobie, repítete: “Eres como yo”. Mentalmente, recuerda todas las maneras en las que os parecéis. Este sencillo ejercicio te ayudará a acercar posturas con esa persona.
Trátate con compasión
Todos realizamos pequeños actos de compasión y bondad cada día, pero ¿cuántas veces somos nosotros mismos el objeto de esa compasión? Piensa en la de veces que te muestras amable y agradable con tus compañeros o amigos. Tú también te mereces ese mismo nivel de compasión y cuidados. Escribe tres cosas que te gusten sobre ti mismo, colócate frente al espejo y, mirándote a los ojos, repítelas en voz alta, con plena intención.
Prueba el voluntariado
El voluntariado es una manera maravillosa de entrenar el músculo de la compasión. Encuentra algo que te apasione o que te divierta y comprométete a dedicar unas horas cada semana o mes a ayudar. Podrías pintar los escenarios de tu grupo de teatro local o pasar una hora a la semana hablando con una persona mayor que vive sola. Ayudar a los demás no solo es bueno para ellos, sino que también te ayuda a potenciar tu bienestar y a reducir tus niveles de estrés.
Pasa tiempo con los demás
Un estudio que ya hemos mencionado anteriormente ha demostrado que el aislamiento puede reducir la compasión que tenemos hacia nosotros mismos. Aunque pasar tiempo a solas, por elección propia, puede ser algo maravilloso, por ejemplo, con un buen libro o meditando, pasar demasiado tiempo en solitario cuando no lo elegimos nosotros resulta más perjudicial. Saca tiempo cada semana para ver a tus amigos o hablar con tu familia por teléfono. Comparte tus historias y también escucha de manera activa lo que está ocurriendo en sus vidas y muestra tu compasión hacia ellos si lo necesitan.
COMPROMISO RITUALS
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