¿Te enfadas al darte cuenta de que está lloviendo otra vez? No eres el único. Según un estudio en el Reino Unido, cuatro de cada diez adultos de ese país se notan menos felices en invierno que en verano. El 48 % de los encuestados también se quejó de los días más cortos, con menos horas de sol, y afirmó que preferiría hibernar durante el invierno. Las precipitaciones también están aumentando a nivel mundial. Según la Oficina de Meteorología, el aire cálido puede contener más agua, por lo que con cada grado de calentamiento global, la atmósfera puede contener un 7 % más de humedad. Aunque nunca podremos controlar el tiempo que hace, sí que podemos controlar la manera en que nos hace sentir.
Los resultados del World Happiness Report de este año así lo confirman. Finlandia es el país más feliz por cuarto año consecutivo, a pesar de tener un promedio de 181 días de lluvia al año. También entre los diez primeros se encontraban Islandia, Dinamarca y Noruega, y eso que todos ellos están en el círculo polar ártico y sufren la luz polar, un período de hasta cuatro meses en el que la noche dura 24 horas. En vez de desear que se pase el invierno cuanto antes, los escandinavos han aprendido a aprovechar la temporada en toda su gloria (gris). En Noruega y Dinamarca, la lluvia no es una razón para estar triste sino una excusa para practicar el “hygge”. Rodearse de cálidas velas, mantas suaves y bebidas decadentes se ha convertido en un modo de vida y las velas no son solo para la noche. El psicoterapeuta y escritor André Radmall afirma que, además de permitirnos ver lo que nos rodea, “la luz crea una atmósfera particular, un espacio en el que sentirse abrigados en medio del frío”. Encender velas los días de lluvia aportará brillo a la habitación y mejorará la energía que te rodea.
El mal tiempo no tiene la culpa de todo
Algunos estudios sugieren que la tristeza que notamos en invierno tiene menos que ver con lo que pasa al otro lado de la ventana y más con lo que ocurre dentro de nuestras mentes. Asociamos el sol con momentos alegres, como las vacaciones y los pícnics con los amigos, mientras que los días nublados nos recuerdan a los planes que hemos tenido que cancelar y las veces que la lluvia nos ha pillado sin paraguas. ¿Y si lo que echamos de menos son los eventos sociales del verano y no tanto la luz del sol? ¿Sería posible, en ese caso, entrenar al cerebro para establecer asociaciones más positivas con los días de viento y lluvia? Por ejemplo, mucha gente dice que las Navidades son el mejor momento del año. Para otros, lo mejor es Halloween o Acción de Gracias. Podemos empezar a ver las noches largas y las temperaturas frías como pasos necesarios para llegar a las Navidades. Son un aviso para que empecemos a preparar actividades de temporada como decorar el árbol, cortar nuestra calabaza o dar paseos regados con chocolate caliente.
Así es como se lo toman los escandinavos, de hecho. “La cultura social escandinava no se deja definir por el tiempo que hace”, dice Radmall. “Siguen reuniéndose con los amigos y no pierden el calor de las interacciones sociales”. En vez de depender del tiempo para hacer planes, Radmall nos recomienda tener un plan B por si llueve. ¿Quieres dar un paseo o hacer deporte al aire libre este fin de semana? Piensa en una actividad interior como alternativa, como jugar a los bolos o patinar sobre hielo. Con el tiempo, crearemos asociaciones más positivas con el “mal” tiempo y el sonido de la lluvia en la ventana no nos resultará tan deprimente.
De hecho, esa aversión por el tiempo invernal no tiene demasiado sentido. Se ha demostrado que existe un vínculo entre las temperaturas altas y los comportamientos agresivos. El Journal of Public Economics ha publicado un estudio que revela que la delincuencia en Los Ángeles aumenta hasta en un 10 % en los días extremadamente calurosos. Otro estudio desveló que el 27 % de las personas odian el verano y, sorprendentemente, que las tasas de suicidio son más altas en los meses con más sol. Aunque los expertos no están completamente seguros de por qué, se piensa que hay un vínculo entre las presiones sociales adicionales, e incluso las alergias, y el empeoramiento de la depresión. Teniendo esto en cuenta, la próxima vez que llueva, intenta no pensar que lo bueno siempre pasa cuando hace sol y alégrate de no tener que preocuparte de echarte crema solar o repelente de mosquitos y de no tener que lidiar con la alergia.
Volver a educar al cerebro
Leanne Astbury, psicoterapeuta especializada en TCC, recomienda el uso de la gratitud para combatir los pensamientos negativos en momentos así. Sugiere “pensar en las cosas de nuestras vidas por las que estamos agradecidos, como tener una cama caliente, un hogar y una familia”. En vez de tener miedo a calarte hasta los huesos de camino al trabajo, piensa en que luego vas a poder sentarte en una habitación cómoda, rodeado de velas, de que la Navidad está al caer y de que vas a poder cocinar esa deliciosa receta que quieres probar. En el libro Hygge. La felicidad en las pequeñas cosas, Meik Wiking escribe: “La vida no son los días que pasan, sino los días que no olvidaremos nunca”. En vez de una oportunidad perdida, el próximo día que llueva podrás crear nuevos recuerdos. ¿Cómo lo vas a aprovechar tú?