Mo Gawdat se ha marcado el objetivo de ayudar a mil millones de personas a ser felices. Pero la historia del exdirector comercial de Google reconvertido en gurú de la felicidad y escritor está marcada por una tragedia que logró convertir en una misión.
“No fui yo el que eligió esta misión, la misión me eligió a mí”, afirma el hombre que se ha puesto como objetivo ayudar al mundo a ser auténticamente feliz. Mo perdió a su hijo de 21 años de edad en 2014. “Perdimos a Ali a causa de un error humano e inesperado en una operación muy sencilla”.
Pero en su breve vida, el hijo de Mo le enseñó muchas cosas. “Ali era más que un hijo para mí. Era mi amigo, mi mentor. Era alguien muy, muy inteligente que me enseñó prácticamente todo lo que sé sobre la felicidad”.
La misión de Mo
“Dos semanas antes de morir [Ali], le dijo a su hermana que soñó que era parte de todo el mundo, que estaba en todas partes.
“Con mi inusual mente de empresario, lo entendí como un objetivo… En Google, todo se cuenta por miles de millones y me dije ‘Vale, hijo, voy a convertirlo en realidad. Voy a hacer que estés en todas partes y seas parte de todo el mundo, repartiendo tu mensaje de felicidad y compartiendo la manera en que viviste’”.
A los 17 días del fallecimiento de Ali, Mo se sentó a escribir, de manera casi frenética, para documentar todo lo que Ali le había enseñado sobre la felicidad. “Dicen que de alguna manera sabemos por qué estamos aquí y que cuando hemos logrado nuestra misión, nos vamos. Siento que Ali estuvo aquí para enseñarme y hacer que le quisiera tanto que, cuando se fuera, sabría qué tenía que hacer”.
Muchos se preguntan de dónde sacó Mo las fuerzas para seguir adelante, especialmente para ponerse un objetivo de alcance mundial. “Creo que, si entiendes lo que supone de verdad la muerte, el duelo se convierte en algo muy distinto. Si entiendes la muerte como lo hago yo, piensas que tenemos una forma física y otra espiritual. Lo que muere es la forma física, pero la espiritual es eterna. Si piensas así, el duelo no tiene sentido. Lo que hay que hacer es celebrar que Ali se ha liberado y puede estar en su forma auténtica. Y que un día yo me reuniré con él. Al final, tanto Ali como yo volveremos a encontrarnos con la misma forma. Quería compartir a mi maravilloso hijo con el mundo. Fue una bendición, un regalo que, egoístamente, me quedé para mí durante 21 años. Claro que sufrí y todavía hoy siento dolor, pero mi duelo se convirtió en energía y a su vez en felicidad para los demás”.
Para Mo, esta misión no se centra en la fama ni en la fortuna, sino en ayudar a que las personas se sientan bien en su interior, día tras día. “No creo que yo sea importante. Lo importante es el objetivo. Creo que el objetivo de hacer felices a mil millones de personas en este mundo merece el sufrimiento por perder a mi maravilloso hijo. Creo que algo de esta magnitud, hacer felices a mil millones de personas, viene dado. El universo o Dios, creas en lo que creas, quiere que ocurra y yo soy la herramienta para que suceda. No lo he elegido, pero a veces somos elegidos”.
La felicidad es algo sencillo
Para conseguir hacer felices a mil millones de personas, Mo Gawdat escribió un libro, El algoritmo de la felicidad, que aplica su lado científica y empresarial a la felicidad, algo que nos parece abstracto, difícil de explicar y de retener durante mucho tiempo. La felicidad, para muchos, es una emoción confusa y escurridiza que experimentamos brevemente de vez en cuando y que parece imposible agarrar del todo. Es la única emoción que buscamos a través de logros como conseguir el trabajo soñado, encontrar a nuestra media naranja o empezar una familia. Las mentes más brillantes llevan siglos intentando definir lo que es la felicidad. Busca “felicidad” en Internet y te será difícil no perderte en el aluvión de resultados. Millones de definiciones, ejercicios e ideas de los mejores científicos, filósofos y economistas del mundo. Y aun así, la mayoría de ellos parecen contradictorios. Muchos creen que la felicidad está ligada al éxito a nivel material, pero muchos de los habitantes de los países menos ricos del mundo tienen unos mayores niveles de satisfacción con sus vidas. La era digital nos ha facilitado las tareas cotidianas: desde cenar hasta disfrutar de una película, todo es accesible con solo pulsar un botón o deslizarse por una pantalla. Pero, al mismo tiempo, no dejan de decirnos que tenemos que desconectar para encontrar la alegría.
Pero te vamos a contar un secreto. La felicidad, de hecho, es la emoción más sencilla de todas y la clave para ser feliz todos los días está en “resetear” la mente.
La felicidad es nuestro modo predeterminado de existir.
Nuestro estado por defecto
Mo explica en su libro que la felicidad es nuestra primera emoción. Uno de los primeros hitos del desarrollo es cuando los bebés empiezan a sonreír. Las primeras maneras que tenemos de expresarnos, cuando no estamos indicando que tenemos sueño o hambre o necesitamos mimos, son los ruiditos de alegría y la risa. Si las necesidades básicas de un niño están cubiertas, si tienen comida, ropa y cariño, están felices. A medida que crecemos y empezamos a absorber e internalizar las normas y expectativas del mundo que nos rodea, empezamos a aprender lo que es la infelicidad más allá de esas necesidades básicas.
La ecuación de la felicidad
“Nos sentimos felices cuando la vida se comporta como queremos”, afirma Mo Gawdat en El algoritmo de la felicidad. Lo opuesto también es verdad, claro: “La infelicidad llega cuando la realidad no cumple nuestras esperanzas y expectativas”, añade. Por ejemplo, Mo explica que “cuando esperas que haga sol el día de tu boda, un chaparrón inesperado representa una traición cósmica. Tu infelicidad ante esa traición podría quedarse para siempre y reaparecer cada vez que te sientas triste o te enfades con tu pareja: “¡Tendría que habérmelo imaginado! El día de nuestra boda llovió”.
La felicidad es un pensamiento
En realidad, lo que nos hace infelices no es lo que ocurre sino lo que pensamos sobre ello. Date un tiempo para asimilarlo. La felicidad depende de tu percepción y la clave es centrarse en los pensamientos positivos. Puede que llueva el día de tu boda, pero eso no cambia el hecho de que te casas con la persona que amas. Por eso es un día tan maravilloso, no por el tiempo que haga.
A lo mejor vas a la peluquería con un nuevo estilo en mente, pero el resultado puede no coincidir con tus expectativas. No significa que el corte de pelo sea malo, simplemente no es lo que esperabas. Puedes quedarte pensando en lo que podría haber sido o puedes aceptar tu nuevo peinado. La felicidad, por lo tanto, depende de tus pensamientos.
La sencilla guía de Mo para alcanzar la felicidad
El modelo de felicidad que sigue Mo es muy sencillo: Ser, aprender, hacer. Con “Ser”, Mo hace referencia a saber que tienes que hacer algo. “Aprender” se centra en lo que necesitas saber. “Hacer” es una práctica repetida que se convierte en parte de tu día a día.
Estos son tres hábitos que Mo realiza en su día a día:
Las mañanas son tu momento
“Las mañanas son cuando paso tiempo conmigo mismo”, afirma Mo. “Con el tiempo, empezó a gustarme”.
Mo ha establecido una rutina matutina que le encanta. “Cuando me despierto, dedico los primeros 10-15 minutos a estirar y a cerciorarme de que no noto dolor en ninguna parte del cuerpo. Luego me tomo un café… Reflexiono mucho sobre qué café se adapta mejor a mi estado de ánimo, lo hago a conciencia y lo bebo despacio”.
Después, Mo pasa 25 minutos en completo silencio. “No es lo mismo que la meditación. No estoy intentando silenciar el cerebro, sino que lo escucho de manera analítica sin las emociones negativas. Cuando el cerebro termina de decir lo que tiene que decir, el silencio es absoluto y entro en una especie de paraíso, de dicha”.
Haz callar a tu Becky
Todos tenemos un crítico interior, afirma. “Hace que nos preocupemos por lo que está por venir; nos menosprecia; nos castiga; discute, pelea, debate, critica, compara y rara vez se detiene para tomar aire”. ¿Cómo podemos lidiar con una voz tan poderosa? Mo sugiere que bauticemos a nuestro crítico interior con un nombre. Al suyo lo llama Becky, para dejar claro que esa voz no es él. No desaparecerá nunca, así que lo mejor es aprender a exigirle más cosas positivas a ese crítico que llevamos dentro. Muchas veces lo que nos dice no es productivo, así que cada vez que diga algo cruel, tenemos que pedirle un pensamiento más amable o más útil. ¡No te cortes! Prueba cada día a sustituir cada pensamiento negativo con al menos otros dos positivos. Acabar con el sesgo negativo no es algo sencillo, pero con el tiempo verás el impacto positivo que tiene sobre tu bienestar emocional.
Da las gracias
¡La gratitud es contagiosa! Puede dar lugar a una sensación de confianza y admiración. Dile a tu pareja, a tus padres, a un amigo o a un compañero que sientes gratitud hacia ellos. Sé específico y diles por qué sientes gratitud, si es por algo que han hecho o dicho. Será una pequeña dosis de felicidad que sin duda les arrancará una sonrisa.
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