Felicidad. Una palabra que conocemos bien, pero que las mentes más brillantes llevan siglos intentando definir. Busca “felicidad” en Google y te será difícil no perderte en el aluvión de resultados. Millones de definiciones, ejercicios e ideas de los mejores científicos, filósofos y economistas del mundo. Y aun así, la mayoría de ellos parecen contradictorios. Muchos creen que la felicidad está ligada al éxito a nivel material, pero muchos de los habitantes de los países menos ricos del mundo tienen unos mayores niveles de satisfacción con sus vidas. La era digital nos ha facilitado las tareas cotidianas: desde cenar hasta disfrutar de una película, todo es accesible con solo pulsar un botón o deslizarse por una pantalla. Pero, al mismo tiempo, no dejan de decirnos que tenemos que desconectar para encontrar la alegría.
La felicidad, para muchos, es una emoción confusa y escurridiza que experimentamos brevemente de vez en cuando y que parece imposible agarrar del todo. Es la única emoción que buscamos a través de logros como conseguir el trabajo soñado, encontrar a nuestra media naranja o empezar una familia. Pero te vamos a contar un secreto. La felicidad, de hecho, es la emoción más sencilla de todas y la clave para ser feliz todos los días está en “resetear” la mente.
La felicidad es nuestro modo predeterminado de existir.
NUESTRO ESTADO POR DEFECTO
La felicidad es nuestra primera emoción. Uno de los primeros hitos del desarrollo es cuando los bebés empiezan a sonreír. Las primeras maneras que tenemos de expresarnos, cuando no estamos indicando que tenemos sueño o hambre o necesitamos mimos, son los ruiditos de alegría y la risa. Si las necesidades básicas de un niño están cubiertas, si tienen comida, ropa y cariño, están felices. A medida que crecemos y empezamos a absorber e internalizar las normas y expectativas del mundo que nos rodea, empezamos a aprender lo que es la infelicidad más allá de esas necesidades básicas. Si aprendemos a ver más allá de estos espejismos acumulados, podremos resetear y alcanzar nuestro estado de felicidad por defecto.
EL VALOR DE LA INFELICIDAD
Sin olvidarnos de todo esto, esos días en los que nos sentimos infelices también tienen su función. Hay que pensar en la felicidad como en el bienestar: es algo que hay que trabajar y ejercitar cada día. La infelicidad es igual que un dolor o una enfermedad, es una señal de que algo no está funcionando correctamente. De igual modo que el hambre te dice que tienes que comer y un dolor de espalda te indica que tienes que prestar más atención a tu postura, la infelicidad te avisa de que tienes que descubrir lo que te está molestando para fortalecer el músculo de la felicidad.
RESETEAR LA FELICIDAD
¿Cómo podemos encontrar lo que nos aporta alegría? Todos conocemos momentos de felicidad, en los que todo se alinea y te sientes en calma y conectado con el momento. Si prestas atención a esos instantes, verás que comparten un componente clave. Son momentos en los que nos olvidamos de las expectativas que hemos acumulado y simplemente somos nosotros mismos. Cuando aprendas a alcanzar esa sensación, darás tu primer paso en el camino hacia la felicidad y hacia una vida llena de alegría.
LA TAREA DE HOY PARA SER MÁS FELICES
¿Quieres descubrir lo que de verdad te hace feliz? Este truco es muy fácil: escribe una lista de la felicidad. Durante un día entero, ten a mano un papel en el que apuntes todo lo que te hace sonreír. Pueden ser instantes relevantes o no: una taza de café perfecta, una presentación bien hecha en el trabajo, el calor del sol sobre la piel. Al final del día, mira lo que has apuntado y subraya lo que te parezca más importante. El hecho de darse cuenta, apuntarlo y volver a leer la lista te hará sentir feliz pero, además, ser consciente de lo que te aporta alegría te ayudará a encaminarte hacia una vida más feliz.
Haz clic aquí para ver el día 2 del Reto de la felicidad.